martes, 14 de abril de 2009

Buenos Aires

Mi Buenos Aires querido,
cuando yo te vuelva a ver
no habrá más pena ni olvido.

así cantaba Carlos Gardel sobre la ciudad que lo vio crecer. Para mi era una ciudad por descubrir.
Pensaba yo que sería muy parecida a Madrid, un
a gran urbe con continuo movimiento. Y si, lo es, pero para mi con mucho más del que aquí tenemos. Los autobuses van a toda mecha, vienen pitando a los peatones 200 metros antes de pasar para que se aparten. O te apuras o la lias. Me pareció una ciudad movida, pero excesivamente movida. Mucho tráfico y sobre todo, los omnibus referidos no dejaban un momento al respiro.
Pasee por la ciudad sin prisas,
relajadamente, dejándome llevar por sus cuadras. Allá no hay manzanas, hay cuadras, no hay parkings, hay playas de estacionamiento...
Así, fui recorriendo la avenida de Mayo, hasta la plaza del Congreso, donde las madres de la plaza de Mayo (qué coraje el suyo) se hacen presentes. La tiranía sufrida y las M
alvinas se hacen notar allá donde vas.
En la plaza de Mayo se encuentra la Casa Rosada, edificio señorial y probablemente el más conocido de la ciudad.
Pero lo que más llamó mi atención fue el cementerio de la Recoleta. Lugar de muertos, pero donde se respiraba paz y armonía. Bellas esculturas homenajean a muchos personajes que han marcado la historia de un pueblo. La tumba más visitada es sin duda la de Evita. Uno espera encontrar, entre tanta escultura un gran mausoleo, el más grande y llamativo... y sólo encuentra unas placas con frases y reflexiones de la mujer más añorada del país. Grande.
Entre tanta gente, no he compartido charla sosegada con casi nadie y estoy deseando salir para Calafate, desde donde marcharé a Chaltén para descubrir las altivas paredes del Fitz Roy y Cerro Torre, espero.