No hace un año todavía algunos colegas ascendían con esquís en los pies una modesta montaña cercana al balneario de Panticosa mientras yo colgaba como un choricillo en la Hoz de Jaca. Hoy, 26 de Enero, aprovechando que Fern no estaba entre ellos y que Nadia, que ya la ha ascendido, anda por ahí esquiando, aprendiendo, para una vez vuelva dejarme en ridículo, propongo a nuestro amigo navarro la ascensión de esa montaña, el Baciás, de 2760 metros.
La mañana, después de un reparador sueño tras el intento al corredor de los Franceses en el Anayet, frustrado por mi lastimoso insomnio, empieza agitada. Naranjito, en calzones y camiseta, sale a pedir un cazo para la leche. Ibai, año y medio, queda dentro de la furgoneta, y se le ocurre la feliz idea de bajar el seguro. Queda encerrado, y las risas de la situación se tornan en preocupación al poco tiempo, cuando se pone a llorar, desesperado. Todo acaba con pioletazo al cristal, un niño recobrando la felicidad y un poco de cinta americana.
La furgoneta se muestra perezosa, no quiere que Fern de las curvas con la marcha adecuada, y yo miro para otro lado. Nos disfrazamos, pasamos por las cicatrices que las obras dejan en tan bello paraje, y entre charlas caminamos despacio avanzando entre el bosque. El día promete. Claro. Despejado. Límpido.
Pronto la montaña se muestra más agreste, y la nieve, continuo manto blanco, se muestra dura. El anticiclón y la variación térmica han hecho su trabajo. Llegamos a una pala inclinada en la que nuestras botas plásticas sufren para hacerse un hueco, así que les ayudamos con unos cuantos pinchos. Sin problemas, ladeamos los bellos ibones de Brazato, donde la nieve ya se ha reblandecido por el efecto del sol. Fern charla con el enésimo montañero que se encuentra y conoce, y afrontamos la pala final, que nos deja en la amplia cima (foto 1, cerca de ella, foto 4, en ella), donde disfrutamos de sobrecogedoras vistas. No hay más que ver las fotos. Vignemale(foto3), Taillón, Casco, Torre, Peña Telera(foto 2)... montañas, más montañas. Qué maravilloso día, que disfrute para los sentidos. El descenso, disfrutando cada segundo en excelente compañía, nos devuelve en Panticosa con Kurro y Manolito, unas merecidas raciones y UNA BUENA CERVEZA!!!
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