Este fin de semana por fin pudimos salir con Pepe, que será compañero de cordada en las lejanas tierras de Alaska. El viaje transcurrió con miles de comentarios, ideas y dudas sobre la futura aventura, que ya está instalada en nuestros diarios pensamientos.
Benasque nos recibe cansados, así que sin parar, nos vamos hasta la zona de Plan de Senarta, donde dormimos vivaqueando, con -5 grados, que nos hacen pasar algo de frío. No dejamos de pensar que en Alaska podríamos llegar a los -45!!.
Todavía no ha a
Y es que la nieve, que pensábamos transformada, no nos da tregua. Desde Renclusa, todavía con 1200 de los 1600 metros de desnivel del día por hacer, nos encontramos que la nevada del pasado lunes permanece casi virgen. La nieve no ha transformado, y calculo que puede haber como un metro sobre la antigua dura placa que permanecía allí desde pasadas nevadas.
Avanzamos lentamente, pausadamente, ganando altura. Todo el mundo porta esquíes, menos Nadia y yo, pensamos, hasta que alcanzamos a un grupo de madrileños y uno de ellos va caminando. Le comento a Nadia que no lo adelantamos ni de broma, que abra el huella que a mi me da la risa. Pero avanza tan lento que en seguida estamos los tres dando relevos, peleando con la nieve, sufriendo. Las huellas de Nadia en ocasiones no nos valen de nada a nosotros, se hunden a nuestro paso. 30 kilos de diferencia tienen la culpa.
Los madrileños paran, y allí estamos los dos payitos, sólos, viendo como la nieve nos engulle a cada paso. Mi cuadriceps derecho empieza a sentirse mal, siento como si el ácido láctico generado con el esfuerzo no consiguiese drenar bien, se queda duro, bloqueado. Empiezo a sentirme fatigado, a quedar atrás, a ver cada vez más lejos la cima. Paro, vuelvo a caminar. Nada. Paro, engullo un Mars, mi nuevo descubrimiento energético en la montaña y doy varios sorbos. Al principio no noto nada, pero poco a poco me siento mejor. Mientras tanto, un chavalín catalán, que va sólo, nos adelanta. Va fuerte. Para nosotros es como un ángel caido del cielo, va dejando una huella más o menos practicable. Parece no cansarse.
Llegamos al glaciar de la Maladeta. Totalmente virgen, sin más que una huella de bajada que algún esquiador ha debido dejar hace unos días. Tratamos de alcanzar alguna huella más a la izquierda, pero está más lejos
Descendemos con cuidado el corredor. Cuando supero el paso oblicuo, me acuerdo de las aventuras de nuestros colegas... que si crampón inadecuado, que si niebla... uf. Es realmente expuesto, aquí caerse está prohibido. Afortunadamente, tiene suficiente nieve y en un estado que permite asegurarse. Pienso en los chavales sin cram
Ya estamos en la base, Pepe recupera sus esquíes y goza sólo de pensar en la nieve que tiene por delante. Está perfecta para hacer el probablemente mejor descenso del Pirineo. La virgen pala del glaciar de la Maladeta está ahora llena de huellas, de curvas y más curvas, de trazos dibujados con esmero y cariño. Comenzamos la bajada, ya sólos, después del tiempo disfrutado en la cima. Paro, miro, observo, siento. Momento personal, recuerdos, sentimientos. Es ahí cuando le encuentro sentido a todo esto. En un hora, avanzando rápido entre la nieve, estamos en el refugio, donde Pepe nos aguarda junto a algunos colegas. Otra parte del grupo ha ido a dar una vuelta con los esquís, y están en una pala detrás de Besurta sufriendo. Yo no lo veo, pero uno de ellos se va contra un árbol y se mueve, pero no
Deshacemos lo que queda, cansados pero felices, llegamos al hospital, donde mientras nos desvestimos, aparece el chico que pretendía hacer el Aneto. Y digo pretendía porque cuando llegó al Portillón y vio lo que tenía por delante desistió. Nos envidia, dice haber estado a punto de ir detrás de nosotros. Otra vez será, pero dice que ha disfrutado tanto que le da igual. Qué día de montaña.
Llega Pepe, que a pesar de ir con esquís tarda, porque aquel golpe en el árbol, resultó ser el de su amiga Ana, que se ha hecho daño en la rodilla. Han tenido que bajarla hasta el refugio como han podido. -Cómo se hundía eso-, comenta. Es ahí cuando se da cuenta que lo de abrir huella a pata ha sido un triunfo!!. Luego nos enteraríamos de que la rodilla le permitió bajar al día siguiente, no sin problemas. Posible esguince.
En Ben
El domingo, tras muchas dudas, subimos Pepe, con esquís, y yo, con patitas, al Gallinero por las pistas de Cerler. Y es que volver a abrir otra huella habría sido elegir muerte. Me quedo con susto. 800 metros más para el cuerpo y otro día de espectaculares vistas. Cotiella, Turbón, Aneto, circo de Coronas, de Llosás...
Sin duda, el fin de semana ha sido espectacular. Ahora queda regresar y seguir soñando.
5 comentarios:
Ey, tío, eso es hacer metros!
Una remada de las buenas, no?
Enhorabuena por la cima
¡Gran ascensión, esa Maladeta a pata en febrero!
Espero compartir algún-algunos día de entreno como éste con vosotros antes de que os vayáis.
Maquinones tais hechos juer , me alegro que disfrutarais
ei ssssppp oa vais a comer con patatas todo lo que os propongais subir por tierras de Alaska asi se entrena siente orgullo ajenos Besos y abrazos pa tu payi y pa ti.
Montse
Asiiii así me gusta entrenaaaaando a topeeeeee !! Ponte fuerte Mapi que te va a hacer falta, y metalízate para la rassssssca que vais a pasar. Felicidades. Yo guardo muy buen recuerdo de esa ascensión la hice con Laura durmiendo en tienda cerca del refu y es una cima que merece mucho la pena. La próxima vez con esquíes…
Vica.
jejeje... así me gusta... A MUUEEEEERRRTTTEEEEEEEE... !!!! Bonita ascensión...bonito relato... di que si... antrenar se ha dicho... :-))))
Y esa birra... que no falte... ;-))
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