miércoles, 27 de febrero de 2008

José Luis

De repente, te apagas. De repente. Ley de vida. Puta ley de vida, pura ley de vida.
Quise escribirte, quise hablarte y me faltó el valor o el coraje después de tantos años sin saber el uno del otro. O sabiendo a través de terceras personas.
Fuiste más que un amigo. No teníamos la misma sangre, pero nunca me importó. Me diste pequeños pasos, pequeñas piezas, me diste parte de lo que hoy soy. Y recordando lo vivido contigo, lo aprendido contigo, siento tu marcha. Pero no te preocupes. Seguiré aquí honrando todo lo que has hecho por mi.
Ni siquiera tengo una foto tuya para ilustrar mis palabras. Para mi lo importante son esas piezas, esas bicis que salían de tus manos para que yo viviera aventuras, esos paseos por el monte cuando yo ni siquiera sabía que me apasionaría por él, esas noches al fresco en los merenderos, esas palabras en valenciano, esas sonrisas.
Fuiste grande. No se cuánto. Pero para mi mucho.

Allá donde estés, GRACIAS!

domingo, 17 de febrero de 2008

Mulleres, qué lejos estás!!!

Otro fin de semana que dan bueno en el Pirineo y allí nos encaminamos, otra vez, dispuestos a sumar más metros que nos pongan fuertes de cara a Alaska. Esta vez, turno para el Mulleres (3010), otra vez desde el Hospital.
La noche ha sido fría, más si cabe que el pasado fin de semana, otra vez en Plan de Senarta, pero esta vez durmiendo en el coche, que algo más protege. Nos levantamos con los cristales completamente congelados, pero calentitos entre plumas. Qué pereza salir del saco!! Hoy madrugamos menos, pensando que la jornada será menos dura que la de la Maladeta. Qué error!!
Otra vez el Hospital. Otra vez la pista de esquí de fondo. Esto parece un déjà vu. Pronto nos adentramos en zonas que no conocemos, y aparece Aigualluts espectacular, tan amplio que pienso que allí se puede jugar un partido de fútbol, pero con esquís. Llegamos al Forau de Aigualluts, espectacular cortado que se trata de una bóveda de increíbles dimensiones cuyo techo al desplomarse dejó al desnudo toda su grandiosidad. Pasado los planos de Aigualluts, entramos el el valle de la Escaleta, y sin alcanzar el collado del Toro, continuamos avanzando. Avanzamos, pero no ganamos metros.
Por fin, llegados al final del valle, el terreno se empina. No se si por las ganas de subir desnivel, o porque la huella dura que hemos seguido hasta aquí se pierde, tiramos a la izquierda, donde la nieve comienza a hundirse. Nadia no viene bien, se encuentra cansada, come pero no se recupera, aguanta, pero la huella me toca a mi. Me siento fuerte, así que avanzo sin pensarlo. No vemos ni a un alma desde que hemos dejado el Plan de Aigualluts. Me acerco a un collado. Incertidumbre. El Tuc de Mulleres tiene que estar ya a la vista. Llego a él, y me encuentro perdidísimo. Lo que veo es un gran valle, una barrera de montañas enfrente... pero por ningún lado el Tuc de Mulleres. Libro, mapa, libro, mapa, otra vez libro... Nadia sigue mal, yo comento que alucino, que esto nunca me ha pasado!! No veo el Tuc ni a la de tres. Miro la brújula, la oriento a Norte. Ahora a Sur, no coincide. No está calibrada... Mapa, libro, libro, mapa, altímetro... entre los dos, sólo se nos ocurre, viendo que estamos a unos 2400 metros (luego sabríamos que era el Coth des Aranesi), que nos hemos ido demasiado a la izquierda, y que el Tuc no se ve desde nuestra posición. Vamos ladeando hasta alcanzar las palas más inclinadas de nuestro recorrido y detrás de ellas... aparece una montaña con gente en la cima... es el Tuc de Mulleres!!. Ladeando, subiendo las palas, algunos pasos se hunden, y dejan mella en mis piernas, las encargadas de seguir con las huellas. Nadia no se recupera.
A 250 metros de la cima Nadia dice que no puede más. Está ahí al lado!!. Decide bajar, pero insiste en que siga, que se encuentra con fuerzas para bajar sola. El terreno empieza a estar "alicatao", así que me calzo los crampones. Me cuesta horrores, de cuando en cuando, algún tramo con nieve acumulada hace que me esfuerce un poquito más. Subo despacio. Miro el Suunto. Otros 10 metros más. Lo miro, lo remiro, parece que los metros no pasan, pero la cima se acerca. Allá veo unas cuantas cabezas!!. Ya os tengo. Ya llego, allá voy!! Llegué!!. Saludo a los esquiadores en la cima, son franceses. Han subido por el valle de Mulleres. Sólo yo he subido desde el Hospital. Respiro. Observo. El día está claro, azul. Me encuentro un futuro objetivo (no te librarás!!), la cresta de Salenques-Tempestades, que se muestra con todo su esplendor. Disparo un poco la cámara, acá y allá. Y sin pensarlo mucho, bajo, para tratar de encontrarme con Nadia lo antes posible.
La bajada empieza cómoda, pero cuando llego a la zona más plana, se convierte en una tortura. Si vas fuera de huella, es incómodo. Si vas en ella, también!! así que por la huella y pisando ligero, a ver si con suerte no se hunde. La tortura se alarga, qué poquito voy bajando y cuánto queda!!. En el Plan de Aigualluts, observo que por lo menos hay 2 millones de personas. ¿ A que se han montado el partido de fútbol? Pues no, es el grupo militar de montaña, que ha acampado por ahí. Están a su rollo, sólo uno me saluda, pero con mucha complicidad. Le sonrío como puedo, yo llevo el piloto automático puesto hace tiempo. Después de más de 10 horas, y cuando la noche gana terreno, me reúno con Nadia en el hospital, que está tranquila, en en coche, y medio envuelta en el saco.
En Benasque, cómo no!! vamos a Barrabés, a ver un poco de literatura montañeril. Me quedo fuera, que estoy fumando, y al otro lado del cristal veo a Diego!! Está con Elsa, así que acabamos los 4 en el bar "La Cumbre" tomando un combinado y cómo no... un buen jarrote de CERVEZA!!!

martes, 12 de febrero de 2008

Maladetas sin raquetas

Desde que algunos amigos habían ascendido a la Maladeta, en un día lleno de anécdotas, me había metido esa cima en la cabeza. Mucho se contó sobre aquella jornada, y poco sabía yo de su vía normal, de su corredor, y de su arista final.
Este fin de semana por fin pudimos salir con Pepe, que será compañero de cordada en las lejanas tierras de Alaska. El viaje transcurrió con miles de comentarios, ideas y dudas sobre la futura aventura, que ya está instalada en nuestros diarios pensamientos.
Benasque nos recibe cansados, así que sin parar, nos vamos hasta la zona de Plan de Senarta, donde dormimos vivaqueando, con -5 grados, que nos hacen pasar algo de frío. No dejamos de pensar que en Alaska podríamos llegar a los -45!!.
Todavía no ha amanecido, preparamos el café soportando el frío y nos dirigimos al Hospital. Allí, dejamos el coche, Pepe se calza las tablas, y comenzamos a las 7:20 una jornada que nos llevará 10 horas y 50 minutos. A veces me pregunto cómo puedo estar más horas en un día de monte que en una jornada laboral. Sufriendo, pasando frío, en ocasiones miedo, hoy, hasta pateando con impotencia la nieve, reventado de tener que abrir una huella inexistente. Pero sintiendo, disfrutando, viviendo...
Y es que la nieve, que pensábamos transformada, no nos da tregua. Desde Renclusa, todavía con 1200 de los 1600 metros de desnivel del día por hacer, nos encontramos que la nevada del pasado lunes permanece casi virgen. La nieve no ha transformado, y calculo que puede haber como un metro sobre la antigua dura placa que permanecía allí desde pasadas nevadas.
Avanzamos lentamente, pausadamente, ganando altura. Todo el mundo porta esquíes, menos Nadia y yo, pensamos, hasta que alcanzamos a un grupo de madrileños y uno de ellos va caminando. Le comento a Nadia que no lo adelantamos ni de broma, que abra el huella que a mi me da la risa. Pero avanza tan lento que en seguida estamos los tres dando relevos, peleando con la nieve, sufriendo. Las huellas de Nadia en ocasiones no nos valen de nada a nosotros, se hunden a nuestro paso. 30 kilos de diferencia tienen la culpa.
Los madrileños paran, y allí estamos los dos payitos, sólos, viendo como la nieve nos engulle a cada paso. Mi cuadriceps derecho empieza a sentirse mal, siento como si el ácido láctico generado con el esfuerzo no consiguiese drenar bien, se queda duro, bloqueado. Empiezo a sentirme fatigado, a quedar atrás, a ver cada vez más lejos la cima. Paro, vuelvo a caminar. Nada. Paro, engullo un Mars, mi nuevo descubrimiento energético en la montaña y doy varios sorbos. Al principio no noto nada, pero poco a poco me siento mejor. Mientras tanto, un chavalín catalán, que va sólo, nos adelanta. Va fuerte. Para nosotros es como un ángel caido del cielo, va dejando una huella más o menos practicable. Parece no cansarse.
Llegamos al glaciar de la Maladeta. Totalmente virgen, sin más que una huella de bajada que algún esquiador ha debido dejar hace unos días. Tratamos de alcanzar alguna huella más a la izquierda, pero está más lejos de lo que habíamos sospechado. Tras una gigantesca Z, que desde el cielo debe verse como si el Zorro hubiese estado allí, volvemos a la huella del catalán, que ya no va tan fresco. El chaval empieza a parar, a apoyar la cabeza sobre el bastón. Malo. Se acabó la huella. Le alcanzamos, alimentarme me ha dado fuerzas y le damos un último relevo, con la base del corredor ya a la vista y varios montañeros afrontándolo. Parece tieso, y la nieve no da mucha confianza. Mientras nos preparamos para el corredor, unos chavales se afanan por bajar en el paso más complicado del mismo. Sin crampones ni piolet y por lo que parece y escuchamos, sin mucha experiencia. Hay que ver lo que hace la inconsciencia!!. Consiguen bajar, no sin dificultades, y me concentro, ¿tendremos problemas con él?. Entramos 6 personas, nosotros 3, el catalán y otra pareja, ella catalana, él holandés. Hay buen ambiente, nos vamos dando ánimos, y la subida, extremando precauciones, no presenta demasiados problemas. Salimos al collado de la Rimaya, y tras una arista más fácil de lo esperado, la incertidumbre de la cima nos aguarda. Felices, la alcanzamos, disfrutando de un precioso día, de unas vistas impagables. Aneto, Posets, Perdiguero, Alba, el ibón de Cregüeña. Por un momento revivo aventuras pasadas, oteo las crestas, las cimas, los corredores. Pasamos allí, gozando al sol, casi una hora. Para variar, no he sido cauto con las polainas y tengo los pies a remojo, lo que me proporciona alguna tiritona. El momento lo compensa.
Descendemos con cuidado el corredor. Cuando supero el paso oblicuo, me acuerdo de las aventuras de nuestros colegas... que si crampón inadecuado, que si niebla... uf. Es realmente expuesto, aquí caerse está prohibido. Afortunadamente, tiene suficiente nieve y en un estado que permite asegurarse. Pienso en los chavales sin crampones ni piolet. ¿Por qué añadir riesgos a lo que ya lo tiene? La inexperiencia en momentos así puede ser fatal.
Ya estamos en la base, Pepe recupera sus esquíes y goza sólo de pensar en la nieve que tiene por delante. Está perfecta para hacer el probablemente mejor descenso del Pirineo. La virgen pala del glaciar de la Maladeta está ahora llena de huellas, de curvas y más curvas, de trazos dibujados con esmero y cariño. Comenzamos la bajada, ya sólos, después del tiempo disfrutado en la cima. Paro, miro, observo, siento. Momento personal, recuerdos, sentimientos. Es ahí cuando le encuentro sentido a todo esto. En un hora, avanzando rápido entre la nieve, estamos en el refugio, donde Pepe nos aguarda junto a algunos colegas. Otra parte del grupo ha ido a dar una vuelta con los esquís, y están en una pala detrás de Besurta sufriendo. Yo no lo veo, pero uno de ellos se va contra un árbol y se mueve, pero no se levanta...
Deshacemos lo que queda, cansados pero felices, llegamos al hospital, donde mientras nos desvestimos, aparece el chico que pretendía hacer el Aneto. Y digo pretendía porque cuando llegó al Portillón y vio lo que tenía por delante desistió. Nos envidia, dice haber estado a punto de ir detrás de nosotros. Otra vez será, pero dice que ha disfrutado tanto que le da igual. Qué día de montaña.
Llega Pepe, que a pesar de ir con esquís tarda, porque aquel golpe en el árbol, resultó ser el de su amiga Ana, que se ha hecho daño en la rodilla. Han tenido que bajarla hasta el refugio como han podido. -Cómo se hundía eso-, comenta. Es ahí cuando se da cuenta que lo de abrir huella a pata ha sido un triunfo!!. Luego nos enteraríamos de que la rodilla le permitió bajar al día siguiente, no sin problemas. Posible esguince.
En Benasque vamos de acá a allá viendo material, futuro material. Luego, en el Americano, cae la clásica Rodeo, con sus clásicas patatas rejilla, las preferidas de Manolito, y esa merecida jarra de CERVEZA!!!
El domingo, tras muchas dudas, subimos Pepe, con esquís, y yo, con patitas, al Gallinero por las pistas de Cerler. Y es que volver a abrir otra huella habría sido elegir muerte. Me quedo con susto. 800 metros más para el cuerpo y otro día de espectaculares vistas. Cotiella, Turbón, Aneto, circo de Coronas, de Llosás...
Sin duda, el fin de semana ha sido espectacular. Ahora queda regresar y seguir soñando.

lunes, 4 de febrero de 2008

Metros en Gredos

El Cabeza Nevada o Mogota de Cervunal (2427 metros) es una montaña sencilla de esas que por estar retiradas no asciendes nunca. Al Almanzor (foto 2) que ya ha sentido mi huella en su cima en 7 ocasiones, y las que le quedan, le siento como un padrino en esto de la alta montaña, pero ¿el Mogota? ¿Qué se me ha perdido allí? Pues parece ser, a juicio de algunas reseñas, unas espléndidas vistas del macizo.
Tras un viaje un poco raro, en el que insistimos en despistarnos, dormimos junto al centro de interpretación del parque. La noche amenaza algo húmedo y de hecho, cuando subimos a la Plataforma, donde nos encontramos con Dani y Susana, una nube nos envuelve y comienza a nevar ligeramente. Ellos dudan, van al Almanzor, nosotros lo hemos descartado por el quejicoso hombro de Nadia, no es cuestión de forzarlo en algún paso obligado. A saber qué condiciones presentará mi padrino.
Bajo algo de nieve, que cae lentamente y con poca fuerza, avanzamos hasta la fuente que hay antes de llegar a Barrerones. Allí esperamos a nuestros compañeros y el sol sale para calentarnos. En Barrerones, vemos que la nube, la eterna nube enganchada al circo de Gredos, ha decidido quedarse allí a echar un vistazo. Nuestro objetivo se ve cercano, pero para alcanzarlo, debemos dar una vuelta de aúpa. En el descenso a la laguna, punto de separación de las dos parejas, Nadia resbala en una zona sin peligro, pero pierde el equilibrio. 1-0. Nos despedimos, citándonos en Hoyos al regreso, y subimos hasta el Gargantón, donde nuevas zonas sin peligro esconden placas de hielo bajo la fina capa de nieve acumulada en el día. Y empate!! 1-1. Bajamos hacia el Gargantón, donde me doy un festín en las placas y 1-3. Goleada.
La ascensión transcurre sin más contratiempos,(foto 3) nos fijamos en paredes, en el granito espolvoreado de blanco, buscando con la ilusión nuevas futuras rutas. Llegamos al collado del Pluviómetro - ¿Y dónde está el cacharro que le da nombre, digo yo? - y nos sorprende que el tramo de loma hasta la cima,(foto 4) que imaginábamos sencillo, tiene alguna trepadilla de II. El hombro de Nadia no da guerra en esa sencilla trepada, pero si en alguna pisada donde la nieve se hunde.
Cima, (foto 5) la de las espléndidas vistas de Galana, Almanzor y demás cumbres. ¿Espléndida? No se ve más allá del Cerro de los Huertos y el Risco Moreno. Pero disfrutamos de algo de sol en ella, aunque nos haya recibido con una pequeña bruma. Comento que la cima del Almanzor en un día como hoy se me antoja cara.
Descendemos por otro lado, entre piedras, enlazando el camino de ascenso. ¿Cambiará el marcador en las placas a la vuelta? En la segunda parte, marcador inamovible. Nadia 1- Emilio 3. Enlazamos con el camino de Barrerones, donde nos cruzamos con Susana y Dani, que como muchos otros, se han dado la vuelta y poco más que han tomado café en el refugio. Charlamos de futuras aventuras, deshacemos el conocidísimo camino de vuelta y en Hoyos damos cuenta de unos combinados de pollo Villaroy, merecidos y exquisitos. ¡Qué bien sabe todo después de una cumbre! ¡Gracias Bodeguilla! ¿Y con qué va regado? CERVEZA!! UN PAR DE BOTELLINES!!! :-).
El domingo toca acumular más metros, vamos a la Mira, pero un cielo gris, la niebla y el agua, nos hacen desistir. En el aparcamiento del Nogal del Barranco esa noche y esa mañana no hubo por allí más que un Picasso rojo...

Baciás en buena compañía

No hace un año todavía algunos colegas ascendían con esquís en los pies una modesta montaña cercana al balneario de Panticosa mientras yo colgaba como un choricillo en la Hoz de Jaca. Hoy, 26 de Enero, aprovechando que Fern no estaba entre ellos y que Nadia, que ya la ha ascendido, anda por ahí esquiando, aprendiendo, para una vez vuelva dejarme en ridículo, propongo a nuestro amigo navarro la ascensión de esa montaña, el Baciás, de 2760 metros.
La mañana, después de un reparador sueño tras el intento al corredor de los Franceses en el Anayet, frustrado por mi lastimoso insomnio, empieza agitada. Naranjito, en calzones y camiseta, sale a pedir un cazo para la leche. Ibai, año y medio, queda dentro de la furgoneta, y se le ocurre la feliz idea de bajar el seguro. Queda encerrado, y las risas de la situación se tornan en preocupación al poco tiempo, cuando se pone a llorar, desesperado. Todo acaba con pioletazo al cristal, un niño recobrando la felicidad y un poco de cinta americana.
La furgoneta se muestra perezosa, no quiere que Fern de las curvas con la marcha adecuada, y yo miro para otro lado. Nos disfrazamos, pasamos por las cicatrices que las obras dejan en tan bello paraje, y entre charlas caminamos despacio avanzando entre el bosque. El día promete. Claro. Despejado. Límpido.
Pronto la montaña se muestra más agreste, y la nieve, continuo manto blanco, se muestra dura. El anticiclón y la variación térmica han hecho su trabajo. Llegamos a una pala inclinada en la que nuestras botas plásticas sufren para hacerse un hueco, así que les ayudamos con unos cuantos pinchos. Sin problemas, ladeamos los bellos ibones de Brazato, donde la nieve ya se ha reblandecido por el efecto del sol. Fern charla con el enésimo montañero que se encuentra y conoce, y afrontamos la pala final, que nos deja en la amplia cima (foto 1, cerca de ella, foto 4, en ella), donde disfrutamos de sobrecogedoras vistas. No hay más que ver las fotos. Vignemale(foto3), Taillón, Casco, Torre, Peña Telera(foto 2)... montañas, más montañas. Qué maravilloso día, que disfrute para los sentidos. El descenso, disfrutando cada segundo en excelente compañía, nos devuelve en Panticosa con Kurro y Manolito, unas merecidas raciones y UNA BUENA CERVEZA!!!